jueves, 30 de diciembre de 2010

Empresas recuperadas en Argentina



Las empresas recuperadas son aquellas en las que sus propios trabajadores han tomado el control de las mismas. Muchas veces tras una situación de supuesta quiebra.

La acción de tomar empresas y hacerlas producir por parte de los mismos trabajadores de éstas, dejando a un lado a los patrones, tiene precedentes notables en las ocupaciones de fábricas de la Italia de los años 1920's.

De este modo, las tradicionales empresas jerárquicamente dirigidas por un jefe o grupo de jefes, pasan a ser cooperativas autogestionadas, donde son los trabajadores quienes deciden en asamblea las decisiones que les afectan.

Aunque hay numerosos casos de empresas recuperadas y cooperativas autogestionadas, vamos a centrarnos en el caso de Argentina:

Argentina ha sido un escenario en donde se han implementado y aplicado sistemáticamente políticas económicas de corte neoliberal. Esto condujo a una situación de crisis estructural cuyo atravesamiento se instaló en todas las dimensiones posibles de la crisis: económica, política, de legitimidad, de representatividad, de hegemonía, de contra hegemonía, y social.

Las medidas políticas, como privatización de empresas estatales de servicios, apertura de aduanas a todo tipo de productos extranjeros, inversiones y prestamos a altas tasas de interés, especulación financiera de los mercados... condujeron a una des-industrialización del país, con el correlato de desempleo en forma masiva (desempleo superior al 25%), empobrecimiento de más de la mitad de la población –36millones de habitantes- que acrecentó en forma desmedida la brecha entre ricos y pobres.

La concentración de la riqueza fue la dirección en la que gobierno y mercado se asociaron para instrumentar todo su accionar.

La corrupción fue también estructural, desde adentro en todas las áreas: económico, judicial, social y desde afuera, no faltaron desde luego, socios también para conjurar todo un sistema perverso en el que cada día ingresaban a la pobreza y marginación miles de mujeres y hombres.
El país fue así llevado a la tercer-mundialización.

Frente a este escenario de carencias, en tanto necesidades básicas y ante la amenaza de un futuro en peores condiciones estaban los trabajadores, engrosando las cifras de desocupados.
Empresas que cerraban por quiebras, muchas de las veces fraudulentas o bien porque sus dueños las abandonaban. Los trabajadores de algunas de estas empresas optaron por defender sus puestos de trabajo. Tomaron las fábricas abandonadas y decidieron poner en marcha la producción de las mismas, “recuperándolas y haciéndolas suyas”.

Estas decisiones no fueron fáciles y significaron toda una serie de acciones de resistencia y lucha de toda índole. Debieron soportar la represión policial, presiones legales, económicas y sociales.

El Movimiento de Empresas y Fábricas recuperadas:

El fenómeno de recuperación de empresas en Argentina se enmarca dentro de los nuevos movimientos sociales de resistencia al modelo neoliberal vigente. Piqueteros, movimiento de desocupados, asambleas barriales, MNER se suman y solidarizan mutuamente constituyendo el tejido asociativo de resistencia y lucha en una Argentina que ha sido desvastada sistemáticamente.

Ocupar, resistir, producir es la voz reinvicativa del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, voz que hoy se alza a más de 190 empresas.

De este modo, se organizan los trabajadores al margen del poder político-económico. En realidad se generan desde lo que ha excluido, marginado el poder en sus distintas dimensiones.

Son los trabajadores que, despojados de sus puestos de trabajo, emprenden la lucha de recuperación cuando la patronal deja de pagar sueldos, o abandona las fábricas cuando éstas no ofrecen la rentabilidad ambiciosa que caracterizó la lógica del empresario.

La estrategia es simple y clara: recuperar las fuentes de trabajo. Es la lucha de la lógica, del derecho a trabajar, frente a la lógica perversa del capitalismo .

Los instrumentos que se han implementado para concretizar las luchas en los diferentes frentes ha sido el de constituirse en cooperativas.
La cooperativa es la forma asociativa y legal que han adoptado para enfrentar al Estado y al sistema jurídico, ante la amenaza y decisión de quiebra de las fábricas por parte del juez/a competente, la posibilidad que se abre en ella es la de ser cedida a los trabajadores.

Por supuesto que esta decisión pertenece a un juez/a y sólo gracias a la presión tenaz de los trabajadores, apoyo de asambleas barriales, comunidades, MTD y alguna que otra repercusión mediática se ha logrado la recuperación de las diferentes empresas

En todos los casos la forma organizativa es la representación directa y soberana asamblearia, en donde la horizontalidad es el motor organizativo.

Que los medios de producción pasen a manos de los trabajadores resignifica una cultura del trabajo distinta a toda experiencia anterior vivida por los compañeros. La lógica es otra, la autogestión, con su poder en la toma de decisiones, se contrapone a responsabilidades que antes sólo le competían a los dueños de las unidades productivas, la igualdad en los ingresos, de todos los trabajadores, deja atrás los salarios según escala jerárquica, la solidaridad da la espalda a la competencia.

En el espacio físico de la fábrica opera también otra transformación en el plano simbólico. La fábrica es recuperada para abrirse al afuera. La comunidad la hace propia desde distintos lugares: el conflicto deja de ser exclusivo de los trabajadores y se convierte en una realidad a reivindicar por el barrio, pueblo o comunidad. La fábrica abre sus puertas para convivir en ella, expresiones artísticas, centros culturales, centros de formación, de educación formal (bachillerato para jóvenes y adultos), atención sanitaria...
La fábrica pasa así a convertirse de un espacio privado a un espacio público.
Cada compañero/a que hoy ha recuperado su puesto de trabajo con esta modalidad ha vivenciado en su subjetividad procesos de recuperación en todos los sentidos posibles: recuperación de la autoestima frente al peligro de engrosar las filas de desocupados, recuperación del sentimiento de compañerismo y solidaridad frente al auge del individualismo exacerbado de la década menemista, y sobre todo un sentimiento de triunfo que se concientiza ante cada pequeño paso logrado.

El MNER se define como un movimiento autonómico de todo poder y que se ha construido desde el accionar de las bases. Desde sus prácticas han ido construyendo valores contrapuestos a los hoy hegemónicos. Accionan desde la cotidianeidad y en esa cotidianeidad construyen el futuro, dando prioridad a la sociedad civil sobre el Estado.

La lista de empresas recuperadas comprende un espectro de singularidades y cada una de ellas es el resultado de una complejidad para la resolución de las distintas dimensiones del conflicto. Desde la reciente recuperación de una fábrica de 400 trabajadores hasta una escuela o una clínica conforman la diversidad y al mismo tiempo la unidad.

Y desde esta mirada el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas es un acontecimiento, una nueva forma de resistencia social a lo hegemónico.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Comportamientos en los monos contradicen las teorías económicas clásicas


Los monos tienen un sentido de la justicia similar al de los humanos.

La igualdad se descubre como una necesidad para la vida de los grupos complejos.


Una investigación realizada por primera vez para estudiar los comportamientos económicos de los monos capuchinos ha descubierto que los primates no humanos responden negativamente a una distribución injusta de la recompensa, llegando incluso a no realizar nuevos trabajos si se sienten injustamente tratados. De esta forma, el sentido de la justicia emerge como una capacidad innata en nuestra especie, ajena a la cultura, que además ha evolucionado desde nuestros antepasados los primates manifestándose como una necesidad para la vida de los grupos complejos. Por Vanessa Marsh.


El sentido de la justicia es una necesidad para la vida de los grupos complejos y constituye una capacidad innata en nuestra especie que ha evolucionado desde nuestros antepasados los primates, según se desprende de los resultados de una investigación desarrollada para determinar el sentido de la justicia en grupos de monos capuchinos.
La investigación, que ha sido desarrollada por Sarah Brosnan y Frans de Waal, del Yerkes National Primate Research Center de Atlanta, adscrito a la Universidad Emory, pudo determinar que los primates no humanos responden negativamente a una distribución injusta de la recompensa, una reacción habitual en los seres humanos atribuida a un sentido universal de la justicia presente en la cultura de nuestra especie.

Los investigadores trabajaron con monos capuchinos, a los que entrenaron para realizar pequeños trabajos a cambio de una recompensa con comida. Cuando están solos, estos primates se conforman con cualquier regalo, pero actúan de manera diferente cuando el tratamiento es colectivo.
Cuando están en grupos, los primates que reciben menos comida que otros rechazan la recompensa si constatan que un compañero de su especie recibe mayor cantidad de comida por un trabajo igual o menor, llegando incluso a no realizar nuevos trabajos si se sienten injustamente tratados, lo que constituye la manifestación más primaria del ejercicio de la huelga.

Sarah Brosnan, una de las investigadoras que participó en el experimento, le dijo a la BBC: "Lo más interesante es la sugerencia de que la cooperación humana es más efectiva si hay sentido de justicia".

"A veces, ignoraban la recompensa, otras veces la aceptaban para después tirarla", agregó.

A los científicos no les sorprendió que los monos demostraran cierto sentido de justicia, pero les llamó la atención cuando rechazaron una compensación que había sido aceptada.

Eso si, dijo Brosnan: "Nunca reaccionaron en contra del mono que había recibido más, ni tampoco los culpaban".


Anclaje en los instintos


Este comportamiento se consideraba hasta ahora típicamente humano y fruto de la evolución de nuestra civilización, ya que los humanos, incluso desde niños, rechazamos con frecuencia una recompensa o compensación que no se corresponda con lo que consideramos apropiado o justo.
Por este motivo, el descubrimiento constituye un motivo de reflexión acerca de la naturaleza del sentido de la justicia en nuestra especie y del así llamado afán de lucro, ya que como sugieren científicos de Harvard, el sentido de la justicia puede basarse más en una facultad moral innata (pero no exclusiva de nuestra especie), que en una reflexión lógica, producto de una tradición cultural.

Para los autores de esta investigación, primera en su género, ha quedado de manifiesto la existencia de una sensibilidad instintiva hacia la igualdad en los primates no humanos, claramente contrarios a las desigualdades, lo que significa que el rechazo a la injusticia está más anclado en los instintos de nuestra especie que en nuestra cultura.
Tal como explican los artífices de esta investigación, que publica la revista Nature, el descubrimiento de este sentido de la justicia en los primates contradice las teorías económicas clásicas, según las cuales los individuos persiguen por encima de todo la satisfacción de sus particulares necesidades primarias.

Revisión teórica

Sin embargo, para estos primates sociales y sociables, el afán de lucro de un pepino es menos importante que el rechazo psicológico que inspira una retribución injusta por un trabajo, lo que desvela una actitud completamente irracional para los economistas.
Lo que refleja esta investigación es que para decidir si entran o no en un intercambio económico, los primates evalúan no sólo el atractivo de la recompensa, sino también que la comparan con la que reciben sus semejantes respecto al trabajo realizado.

Según esta investigación, cuando los individuos actúan en estado natural, sin condicionamientos culturales, buscan con la misma intensidad que la satisfacción de sus necesidades la cooperación con sus semejantes y unas relaciones de igualdad entre ellos.


Esta constatación obligará a revisar las teorías actuales, basadas en la competencia entre individuos para satisfacer las necesidades, para integrar otras motivaciones en los comportamientos económicos de nuestra especie.

Extraído de: http://www.tendencias21.net/Los-primates-tienen-un-sentido-de-la-justicia-similar-al-de-los-humanos_a219.html

sábado, 9 de octubre de 2010

ANARQUISMO Y LUCHA ANTIALCOHÓLICA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Actitudes contra el alcohol durante la Guerra Civil

Durante la Guerra Civil Española, en la línea del frente de Huesca, las Juventudes Libertarias de Barbastro cuelgan una serie de carteles con el siguiente texto:

“EL BAR: anquilosa, es el vivero de la chulería, CERRÉMOSLE.
LA TABERNA, atrofia y degenera el espíritu combativo, CERRÉMOSLA.
EL BAILE, es la antesala del prostíbulo, matando las energías del joven luchador, CERRÉMOSLE.
CINES Y TEATROS, una misión: labor antifascista: de lo contrario, CERRÉMOSLO. Todo ser que frecuente estos lugares es merecedor del desprecio" ¡ABAJO EL PARASITISMO!” [1].

Analizando la prensa anarquista del momento, observamos críticas similares a los centros de diversión, “a la situación cafeteril, la obsesión por el bar y la gramola”. Bares, cafés y cabarets son percibidos como lugares defendidos y apoyados por el capitalismo, donde el vicio, “de origen y promoción puramente fascista y clerical, hace desgastar las energías de los luchadores y provoca escándalo entre aquellos que quieren ganar la guerra y hacerla revolucionaria” [2]. Incluso se producen incidentes violentos, como diversos ataques de milicianos a cafés y tabernas en Lérida, donde “pusieron las mesas patas arriba, y por poco no hicieron lo mismo con sus pacíficos concurrentes” [3]. Estos ejemplos muestran la importancia que para los anarquistas tiene en esos momentos la lucha contra el alcohol y contra los centros públicos de diversión [4].

Una primera y simplificada explicación a este hecho se centra en la importancia que en todo conflicto tiene la retaguardia, que ha de ser vista como un ejemplo moralizante. En general, se solicita una templanza que sea modelo para el frente y muestra de solidaridad con los combatientes, por lo que son frecuentes las críticas a las actitudes frívolas que en ella se producen: en la zona republicana encontramos varios ejemplos, alguno tan temprano como el de Milicia Popular, que ya en octubre de 1936 exige que “se ha de acabar con la vergüenza que ofrecen las terrazas e interiores de los cafés, atiborrados siempre de elegantes estrategas que, entre sorbo y sorbo de cerveza, opinan sobre la marcha de las operaciones y comentan despectivamente las medidas que el gobierno adopta” [5].

El diario ABC denuncia los incidentes que se producen en los cafés de Madrid, como al que hace referencia en un artículo titulado “Falsos combatientes y falsos señoritos”, de febrero de 1937: unos individuos, que se presentan como combatientes, intentan detener a los soldados que descansan en algunos bares y cafés, acusándoles de traidores emboscados y de señoritos. Incluso el diario difunde algunos lemas como “el verdadero miliciano no toma café con ametralladora” [6] o “el verdadero miliciano no se hace el héroe en la calle de Alcalá” [7].

En marzo de 1937, la campaña Pro Ejército Popular lanzada en Tarragona tiene, entre sus principales objetivos, estructurar la vida de retaguardia “a fin de terminar con la despreocupación y alegría en que se vive y hace vivir la guerra; misión suya sería también la de cerrar los cabarets y espectáculos que no tengan como fin un objetivo para la guerra, así como prohibir los bailes de los domingos” [8].

Valencia, la nueva capital republicana, es vista desde la sitiada Madrid como un ejemplo escandaloso a no seguir en tiempos tan difíciles. El ABC recoge un artículo de Fragua Social de Valencia, con el elocuente título de “Pero, ¿esto es una verbena?”, donde se dice lo siguiente: “Si esto no es una verbena, se le parece mucho. Creemos que ha llegado el momento de tomar en serio estos problemas de la frivolidad. Da grima contemplar Valencia. Por doquier canciones, música de radio, bullicio, alegría desbocada, palabras sin sentido, desenfado, euforia… y la guerra no se ha ganado todavía, ni se hallan lejos los frentes, ni está despejado el horizonte por completo… Esto ¿Qué es? ¿Vivimos en un país de locos o se nos quiere volver locos a los demás? Imitemos el ejemplo de Madrid y sirva de modelo la moral de su retaguardia. Pesimismo, no; pero inconsciencia, tampoco; la guerra lo exige”. Y parece ser que esta animación tanto de día como de noche era algo que sorprendía a los que llegaban por primera vez a la capital levantina: “los cabarets estaban abarrotados, desde que se abrían a primera hora de la tarde, hasta que cerraban mucho después de la medianoche”, afirma un diplomático británico [9],[10].

En la zona nacional encontramos situaciones similares. Un tal capitán Nemo critica en el ABC sevillano que, frente a la idea de que una retaguardia normalizada, con gente paseando por las calles, riendo y tomando aperitivos, es un orgullo al demostrar que en el territorio nacional reina el orden y abundan las provisiones, es “necesario y obligatorio vivir la guerra desde las entrañas de nuestro ser y con todas las potencias de la personalidad, porque los que batallan en los frentes exigen de nosotros esta solidaridad entrañable” [11]. También se publica una nota en la que denuncia que la frivolidad no debe llegar a considerarse delito de alta traición, pero es un cómplice y un encubridor de tal delito: “No lo olvides tú, niña bonita e insustancial que, cuajada de cintajos y de emblemas, te dedicas a enervar de diversos modos a los combatientes de la Cruzada. Al proceder así, no eres en el fondo más que un agente de descomposición de la moral severa exigida por la guerra” [12].

Algunas autoridades locales se apresuran a decretar el cierre de cabarets y cafés de camareras, argumentando que “no son los momentos que vive España de diversión ni mucho menos de vicio”. La Voz de Asturias exige: “queremos un Oviedo con menos prostíbulos y más amor a Dios y a la Patria”, y prestigiosos articulistas critican “un espíritu frívolo de intriga y cocktail”, afirmando que “los muertos por Dios y por España se alzarán contra la reedición barata, pero corregida y aumentada, de la mentalidad de music hall” [13].

Anarquismo y alcohol

El anarquismo va más allá, como lo demuestra el hecho de que la lucha contra el alcohol sea un elemento transversal a esta ideología, ya desde sus inicios. Las bebidas alcohólicas son presentadas desde los primeros textos fundadores como un siniestro veneno, que los Borgias capitalistas destinan a mantener embotadas, lejos de la revolución, las voluntades de los trabajadores: “estupefactado por el tóxico, no siente el peso de sus cadenas y la degradación de la esclavitud”, afirma un tratado antialcohólico con el elocuente título de “El veneno maldito” [14]. “Trabajadores, ¡no bebáis! ¡Cuántos obreros, pésimos padres de familia y peores maridos, olvidando los más sagrados deberes, derrochan la mitad o un tercio del ya escaso jornal que perciben, en libaciones alcohólicas, en la taberna, en el juego, dejando los hijos y la mujer sin pan, forzados al ayuno y víctimas de todas las tribulaciones de la vida!”, proclama igualmente una conocida publicación anarquista [15].

El alcohol es visto como una terrible arma del enemigo que hay que combatir, porque “a mayor núcleo de bebedores, mayores ventajas de sometimiento, ya que poco a poco la bebida quita la energía, la salud, la nobleza y el entendimiento y, lo que es peor, el sentido de la dignidad” [16]. Producto y sostén del régimen capitalista, el alcoholismo no desaparecerá más que con él. El efecto no cesará mientras persista la causa. Incluso, el alcohol es visto como un temible competidor de la propia ideología revolucionaria: según Bakunin, los peligros del alcohol podían hacer fracasar la revolución al ver los trabajadores en su consumo una salida errónea a su denigrante situación y una manera fácil de escapar de las miserias del capitalismo. “Para escapar de su situación (refiriéndose al pueblo) hay tres métodos, dos quiméricos y uno real. Los primeros dos son la taberna y la iglesia, libertinaje del cuerpo o libertinaje de la mente; el tercero es la revolución social” [17].

El rechazo de algunos valores considerados degradantes y la visión utópica de una nueva sociedad han hecho que algunos historiadores hayan visto en el movimiento anarquista español un carácter primitivo o milenarista. Así, se habla de “puritanos austeros que impulsaban imponer el vegetarianismo, la abstinencia sexual y el antialcoholismo a uno de los campesinados más atrasados de Europa” [18].

Esta visión ha de ser rebatida ya que, en contra de lo que afirman algunos textos sobre el celo de los anarquistas, la mayoría de los dirigentes locales y asistentes a los ateneos y sindicatos creen en la moderación, no en la abstinencia. El obrero consciente, el anarquista dedicado que simbolizaba el espíritu y el conocimiento necesarios para crear la nueva humanidad, evita el juego de cartas en el bar, no va a burdeles, no acude a misa ni bautiza a sus hijos, y bebe con moderación.

José Monroy, dirigente de Casas Viejas, defiende que uno puede beber un poco, pero no demasiado, para no emborracharse [19]. La embriaguez es mal vista por los anarquistas, y esta postura ha sido considerada por algunos historiadores como la causa de que, en comparación con el caso inglés, el alcoholismo sea un problema menor en el proceso de industrialización español [20].

Debemos hacer mención también a la interesante relación que se establece en los años veinte y treinta del siglo XX entre anarquismo y naturismo. El naturismo -tanto lo que se refiere a aspectos alimentarios y de medicina natural como de contacto con la naturaleza- tendrá una influencia muy importante en muchos pensadores anarquistas, tal como queda reflejado en revistas como Helios o Iniciales. En ese contexto, el rechazo al alcohol y al tabaco se hacen evidentes: “El obrero que ha de respirar en el trabajo atmósferas malsanas… mal puede naturalizar su vida y sus costumbres. Más, a pesar de todo le es dable evitar múltiples influencias nocivas a su salud, como el alcohol, el tabaco, la taberna, desaseo, y practicar otras beneficiosas, como la salida al campo en busca de sol y de aire puro, escoger entre los despojos alimentarios los menos perjudiciales”. O este otro, dirigido a los jóvenes para fomentar entre ellos el nudismo: “Ponte en contacto directo con la naturaleza en aquellos momentos que la lucha por el pan te dejen libre… Huye de bares y cafés; aparta de ti el tabaco y el alcohol, que te embrutecen y enferman” [21]. De acuerdo con el discurso eugenista dominante en aquel momento, hay que propiciar los factores eugénicos que potencian la condición física e intelectual de los individuos (actividad física, buena alimentación) y neutralizar los disgénicos: el alcohol, el tabaco, las enfermedades venéreas y, sobre todo, destruir su causa primera: la miseria.

Alcohol en la Guerra Civil española

La Guerra Civil Española (como en tantos conflictos bélicos de larga duración) conlleva un aumento del consumo de alcohol en cada uno de los bandos enfrentados, tanto en el frente como en la retaguardia [22].

Durante toda la guerra, el vino (y por extensión, el resto de las bebidas alcohólicas) es considerado como una parte esencial de la alimentación del individuo por el aporte calórico que se supone le otorga. No en vano, así lo recogen distintos tratados médicos e higienistas de la época, e incluso la propia tradición castrense.

Desde los manuales españoles de Higiene Militar se proclama que el vino “podrá tolerarse especialmente en campaña para mantener la fuerza física, energía moral y una cierta euforia, que en ciertas circunstancias puede ser útil” [23]. A lo largo de todo el conflicto el vino forma parte de las raciones reglamentarias de campaña, siendo sustituido por cerveza o sidra en ocasiones extraordinarias. En los primeros meses de la guerra, el consumo de alcohol es, incluso, más elevado: un informe de un capitán de Intendencia del Ejército franquista del Norte indica que, a fecha de 2 de Noviembre de 1936, se han suministrado ya a sus fuerzas 600.000 litros de vino a razón de medio litro por hombre y día, el doble de la ración reglamentaria, un paquete de tabaco cada tres día y en dos ocasiones puros y anís [24].

Ante el elevado consumo, el Intendente General de Burgos llega a afirmar, en abril de 1937, que “el actual consumo de vino alcanza un volumen tan considerable que no es aventurado afirmar que de continuar en la misma proporción se podrían tener dificultades”. Hace mención al agotamiento de las reservas, la falta de envases, la dificultad del transporte y la mala cosecha de los dos últimos años, y propone reducir la cantidad de vino que se suministra al frente y la supresión de este producto en las guarniciones de retaguardia. La respuesta del General en Jefe del Ejército del Norte, escrita a mano sobre el mismo informe, es tan escueta como contundente: “se dispone que, habiendo vino en abundancia, no se dé por recibida” [25].

El ejército franquista tratará de establecer un férreo control sobre la producción y, así, en agosto de 1938 el Ayuntamiento de Zaragoza recibe un telegrama de la Quinta Región Militar donde se le comunica que todas las existencias y la producción de cerveza de la ciudad son intervenidas por el Ejército para no dejar desabastecidos los hospitales militares [26].

En la zona republicana, el despilfarro de alcohol y otros bienes al inicio de la guerra es también importante, obligando a tomar medidas, tanto disciplinarias como disuasorias. Muestra de esto último es un cartel con la imagen de un miliciano y, en la parte inferior y tirados en el suelo, una botella que vierte vino y medio pan. El texto alusivo dice: “¡Milicianos! No desperdiciéis municipios, ni víveres, ni energía”. En Milicia Popular se afirma, dos meses después del levantamiento militar, que han llegado a los frentes de batalla hasta dos millones de botellas de cerveza, aunque muestra también la queja de los camaradas que trabajan en las fábricas productoras al no devolverse nunca los envases, con el consiguiente perjuicio [27].

Esa situación de despilfarro inicial y los problemas en la retaguardia provocan en ocasiones en el Ejército Popular problemas graves de intendencia como en el caso de la Brigada 153 mixta, ex columna Tierra y Libertad, donde se llega a establecer en Septiembre de 1937 un racionamiento de vino y otros productos, lo que provoca las protestas de los soldados (“se nos ha tachado de incompetentes, de enchufados, de ladrones, de canallas”, afirman los encargados de la intendencia de la Brigada) [28]. Un testimonio de un brigadista norteamericano explica, no obstante, que entre los militares republicanos más concienciados “había, en efecto, una actitud puritana respecto al alcohol y al sexo. Emborracharse o contraer una enfermedad sifilítica debilitaban no sólo al individuo, sino también al propio ejército. Ambos hechos eran frecuentemente comparados con las heridas que uno mismo se producía o con las lesiones por negligencia” [29].

Aunque, como hemos visto, desde ambos bandos se anima a sus respectivas retaguardias a que soportaran las penurias con dignidad, en este contexto bélico de drama, carestía y sacrificio no es de extrañar que la población (civil y militar) buscase refugio en la sustancia embriagante que más accesible le resultaba: el alcohol.

Por su parte, la sección A remarcar del Diari de Tarragona constata el aumento en la venta de bebidas alcohólicas para ser consumidas por la población civil en el domicilio, y, “al ser interrogados los compradores sobre los motivos de esta esporádica acción, han manifestado que la bebida les hace más soportables muchas preocupaciones, especialmente las que hacen referencia al problema de las provisiones” [33]. Vinos y bebidas espirituosas se convierten en un producto muy cotizado en las ciudades de la retaguardia: en Tarragona, los precios de venta del vino pasan de 0,40 pesetas el litro en julio de 1936 a una peseta en octubre (el precio máximo oficial sigue siendo de 0,40), dos en julio de 1937, tres en octubre, 3,50 en enero de 1938, cinco en julio de ese año y hasta 7,50 en octubre [34]. Las autoridades tratan de controlar el comercio de este producto, aunque las denuncias y los decomisos son muy frecuentes.

Anarquismo y lucha antialcohólica en la Guerra Civil Española

Los acontecimientos del verano del 36 marcan un determinante punto de inflexión en el movimiento anarquista español: la lucha contra los sublevados, la tan esperada llegada de la Revolución y el dilema de la colaboración con el resto de fuerzas obreras y con las instituciones republicanas son los ejes básicos del anarquismo español durante la Guerra. En la tarea combinada de hundimiento del mundo existente y de construcción de uno nuevo, la lucha contra el alcohol ocupa asimismo un papel esencial.

En su lucha contra los vicios del mundo capitalista, los anarcosindicalistas defienden un saneamiento de bares, tabernas y salas de fiesta. El 13 de febrero de 1937 se cierran los dos cabarets que funcionan en Tarragona y se condiciona su apertura al hecho de que ofrezcan “un espectáculo decente”, esto es, “un espectáculo socializado de varietés, comedia etc., completamente artístico, moral y con taquilla, excluyendo lo obsceno y de vicio que consistía en alternar oculta o abiertamente con las personas de distinto sexo, con los consiguientes abusos de bebidas y alcoholes que embrutecen y degradan al hombre” [37].

En la localidad vecina de Reus, el Sindicato Único de Espectáculos Públicos consigue la reapertura del local Edén Concert a condición de que se realicen mejoras en la higiene del local y la prohibición de servir consumiciones de cualquier tipo [38]. Proponen por otra parte fomentar una campaña antialcohólica por parte de los sindicatos de sanidad anarquistas con conferencias y charlas y, asimismo, defienden como alternativa a la prostitución, a los bares y cabarets, la asistencia a centros culturales, bibliotecas, centros instructivos juveniles, ateneos, centros racionalistas y sindicatos de la CNT, buscando al mismo tiempo sanas opciones para los músicos y las prostitutas. Unas alternativas que han de considerarse como poco exitosas, dada la cantidad de textos donde se critica “las conductas ávidas de diversión, el derroche de vida en los cafés... mientras mueren los soldados en el frente de batalla” [39],[40].

Desde la perspectiva anarquista se aprecia en estos tiempos de guerra una visión diferente a la tradicional sobre el problema del alcohol y el alcoholismo. El alcohólico ya no es un enfermo, víctima de la explotación capitalista; ahora es un traidor a la Revolución: “En estos momentos de inquietudes supremas, no debe tolerarse las borracheras. El borracho es un ser despreciable que hay que aniquilar -afirma el semanario Agitación-. El que se emborracha en estos momentos deja de ser un camarada para convertirse en un enemigo” [41]. “Un borracho es un parásito. ¡Eliminémosle!”, exige un cartel del Departamento de Orden Público de Aragón.

Los incidentes causados por borrachos en Madrid y Barcelona son frecuentes, y los castigos, para los anarquistas, necesarios. Es el caso de un empleado de la Cooperativa de Trabajadores de Pescados al por mayor, de Madrid, que tras presentarse borracho al trabajo es suspendido de paga por un mes [42]. Un importante dirigente sindicalista es también denunciado por otros compañeros por ser visto frecuentemente embriagado por las calles de Valencia, y así ve frenado su ascenso a la Vicesecretaría del Comité Nacional de Tabacos “por sus errores y defectos perjudiciales para la causa libertaria” [43].

Un ejemplo del interés anarquista por la búsqueda de alternativas adecuadas a la producción de vino, esencial para la economía de muchas regiones españolas, es el fomento de productos no alcohólicos, como el mostillo, muy limitado no obstante por la carencia tan evidente de harina. Otro ejemplo es la creación en el año 1938 por parte de la Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro del llamado biol-uva, el “no pasarán de la anemia”, una salida a la uva distinta a la de hacer vino, y que “proporciona a la España leal un alimento sano y nutritivo”. En un folleto promocional alaban las cualidades del producto, un mosto de uva concentrado, fabricado en Manzanares, y que, además de solucionar los problemas de abastecimiento, solucionaría la crisis vitivinícola, mejoraría la salud, se podría exportar y, finalmente, combatiría el alcoholismo por medios indirectos, los más eficaces: “con un litro de mosto concentrado puede cenar una familia de seis personas con algo de pan. Con el equivalente en vino (tres litros) no sólo no cena nadie, sino que, al no tener otra cosa, saldrían todos borrachos”. Los inconvenientes, no obstante, resultan numerosos: ni la calidad (pésimo sabor a arrope), ni la cantidad de producción son las adecuadas, e incluso la delegación de abastos del Ayuntamiento de Madrid paraliza durante mucho tiempo su distribución en la capital por considerarlo como un vino-mistela o bebida comparable a cualquier otra alcohólica [44].

Una de las áreas donde el anarquismo se mantiene más activo durante la contienda, convirtiéndolo en uno de sus más importantes medios de propaganda para su ideología y su visión de la nueva sociedad, es el cine. La producción y distribución cinematográfica de la República está inicialmente en manos de la CNT-FAI gracias a la fuerza de su rama de espectáculos: el Sindicato Único de Espectáculos Públicos, mayoritario en el sector.

La importancia del cine y su utilidad pedagógica es resaltada por distintos líderes anarquistas como Josep Alomá, conseller de Cultura del Ayuntamiento de Tarragona, quien considera que se debe programar un cine con títulos de “tendencia social” que sirviesen “a la obra constructiva revolucionaria”, rechazando por tanto las películas de finalidad puramente comercial” [45].

Coincidente en sus planteamientos, la productora anarquista SIE Films decide realizar una serie de “películas educativas” dedicadas a la “higienización de las costumbres”, esto es, la presentación de la lucha entre los obreros virtuosos y el capital, secuestrador de las conciencias y remunerador de vicios y virtudes, “que ha condenado a muchos al alcoholismo, al hospital, al presidio o a la prostitución de sus compañeras” [46]. De entre los largometrajes destacamos “Barrios bajos”, de Pedro Puche (1937), ambientado en un lugar tan denostado por los anarquistas como los bajos fondos, y donde se intentan reflejar “las dramáticas pugnas entre productos de relajación y seres que no se contaminan de las impurezas del medio” [47]. Esta película incorpora referencias abiertas al consumo y tráfico de cocaína por primera vez en el cine español.

En la relación de títulos producidos por SIE Films también hay referencias a una serie de cintas cortas, de unos veinte minutos de duración y consideradas como películas de complemento, que desgraciadamente se han perdido en su mayoría, pero que reflejan sin duda la visión anarquista sobre los vicios de origen capitalista. Su objetivo es remover la conciencia del público sobre estos temas. Así, “Prostitución”, según el melodrama de Luís Fernández Ardavín y dirigido por V. Catalán, se presenta como “una firmísima y bien fundada diatriba contra la lacra social que da nombre a la producción”. Por su parte, “Como fieras”, también de V. Catalán, es “una viva y acerada crítica contra el alcoholismo, poniendo de relieve los estragos de tan funesto vicio, tanto en el organismo individual como social”. “La última”, de Pedro Puche, es un “apunte jocoso-serio”, según reza un rótulo a su inicio, que se dedica también al mismo problema que la anterior. Estas dos últimas películas no llegan a estrenarse ya que se estima que su realización es pésima y su oportunidad ideológica discutible [48],[49].

Junto al cine, también el cartelismo -fundamental en una sociedad con un grado de analfabetismo tan elevado- es fomentado como medio de instrucción y de propaganda. Un ejemplo es un cartel, editado por el Sindicato de las Industrias Agrícolas, Pesca y Alimentación de CNT-FAI, donde se presenta a un adormilado fumando, abrazando una botella, y con un vaso de vino y unas cartas de baraja en primer plano. El texto acompañante es elocuente: “¡Obrero! El vicio te conducirá a la desesperación y la locura. EVITALO”.

Del paso de la CNT por el gobierno republicano quedan pocas huellas. Su breve participación (entre noviembre de 1936 y mayo de 1937) y la difícil situación de la República hacen que sea más significativo el hecho mismo de esa participación de anarquistas en un gobierno que su actividad real [50]. En todo caso, resaltamos la importancia de la figura de Federica Montseny, ministra del nuevo Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, constituido el 4 de noviembre de 1936 con retazos de Trabajo y Gobernación. Además de por abordar el ingente problema de los refugiados, Montseny destaca por su política sanitaria orientada hacia la medicina preventiva. Se considera que la asistencia médica socializada y las medidas sanitarias preventivas deben ser las nuevas claves de desarrollo, con vistas a ofrecer una higiene global y una respuesta social a las necesidades sanitarias de la población. Como la misma Montseny afirma en un discurso celebrado en el Teatro Apolo de Valencia el 6 de junio de 1937, “en Sanidad procuré, como política sanitaria, prevenir las enfermedades para no tener que curarlas, localizar el foco infeccioso para no tener que curar las epidemias, estar siempre atenta para que los casos, ensanchándose, no constituyan un problema” [51]. También proclama su frustrado deseo de haber luchado contra aquellos males fruto de las desigualdades sociales y económicas, como la prostitución. La lucha contra el alcoholismo, evidentemente, hubiera estado incluida en esa estrategia.

CONSIDERACIONES FINALES

A pesar de todos los esfuerzos citados anteriormente, podemos afirmar que la mayor parte de estas medidas no consiguieron sus objetivos. Entre las causas que nos permiten explicar este fracaso, destacamos las siguientes:

1. El contexto político de la Guerra Civil no es en absoluto el más adecuado. Las prioritarias necesidades bélicas y las luchas políticas internas en la zona republicana, que culminan en los Sucesos de Mayo de 1937, marcan la derrota de las tesis revolucionarias anarquistas y limitan su peso político y sus posibilidades de acción. A esto hay que sumar las dificultades internas de los grupos anarquistas, con una afiliación en masa al inicio de la guerra de personas poco concienciadas, que desdibujan el compromiso personal de sus afiliados. Como ejemplo ilustrativo -en este caso referido al tabaco-, podemos citar la indignación de un antiguo militante de la CNT que, al volver del frente, observa que sus compañeros de retaguardia se dedican a especular con cigarrillos, un bien muy preciado y disputado [52].

2. Por otra parte, la derrota de los insurgentes en buena parte de España y el papel de las milicias armadas de las organizaciones sindicales, que controlan al inicio gran parte del poder en la zona republicana, hacen que las incautaciones y las colectivizaciones de tierras (entre ellas las vitivinícolas) y negocios (entre éstos los del ramo de la hostelería) sean muy numerosas. Esto implica, lógicamente, que existiera una preocupación económica para conseguir rentabilizar las explotaciones, y eso no resulta suficiente en absoluto, como hemos visto, con productos no alcohólicos derivados de la uva. La ya citada Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro trataría de solucionar la crisis vitivinícola -previa a la guerra- mediante la mejora de la calidad de los caldos y el fomento de la producción de vinos generosos y licores, potenciando incluso la fábrica de anís establecida en Madrid y propiedad de la propia CNT, a pesar de las muchas dificultades (imposibilidad de adquirir calderas, carencia de anetol -esencia de anís-, etc.). También, a pesar de las dificultades de transporte, trata de hacer llegar a la capital grandes cantidades de vino para venderlas en las bodegas y tiendas colectivizadas, inactivas por carecer de tan preciado producto. De hecho, entre el 30 de octubre y el 26 de diciembre de 1937 sólo pueden llevarse a Madrid unos 250.000 litros, cantidad insignificante, habida cuenta de la demanda existente, y el problema se acentuaría durante todo el año 1938 [53]. Esto provoca algunos problemas de conciencia entre los afiliados: un articulista concienciado de la publicación ilerdense Acracia se indigna porque los comerciantes se han atrevido a trivializar los iconos revolucionarios para vender sus productos: “Anís El miliciano, Papel de fumar CNT, Precios antifascistas, Café 19 de julio, he aquí la nueva terminología del comercio… En un bar de los que llevan aval de control obrero, y se consume mucho coñac, leemos este cartel: compañero, este establecimiento te pertenece; engrandécelo” [54].

3. Y, finalmente, hemos de señalar un tercer aspecto esencial: la consideración social del alcohol es, en estos momentos, tremendamente positiva. Además de la propia situación de guerra, ya de por sí causante de procesos emocionales que pueden abocar al alcoholismo, hay un factor que refuerza su valor social: los mitos erróneos vinculados a la bebida y que, en cierto modo, todavía siguen vigentes en nuestros días. El alcohol es visto como un alimento básico, un reconstituyente, un euforizante, un analgésico, un buen remedio contra el frío o, simplemente, una sustancia que permite evadirse de tan despiadada realidad [22]. Un último caso puede servirnos de ejemplo y, quizás, de conclusión: frente al intento de intervención, ya al final de la guerra, de todas las flemas y alcoholes procedentes de residuos de vinificación por parte de la Subsecretaría de Armamento de la República para cubrir las necesidades bélicas, la Federación campesina anarquista responde que, si se aceptara, se habría de paralizar su producción de aguardientes y licores, y que “es cierto que no son considerados artículos de primera necesidad pero, en las actuales circunstancias y dado el esfuerzo que es preciso exigir a los trabajadores y combatientes, a veces no alimentados tan perfectamente como fuera de desear, casi deben alcanzar tal consideración” [55].

http://www.memorialibertaria.org/valladolid/IMG/pdf/ANARQUISMO_Y_LUCHA_ANTIALCOHOLICA_EN_LA_GUERRA_CIVIL_ESPANOLA.pdf

Autores:
Mariano Lázaro Arbués 1, Manuel Cortés Blanco 2
(1) Licenciado en Geografía e Historia. Profesor de Geografía e Historia.
IES Salvador Vilaseca. Reus (Tarragona).
(2) Doctor en Medicina. Servicio de Medicina Preventiva.
Hospital General de la Defensa, Zaragoza.

miércoles, 28 de julio de 2010

Masacre de Ruanda y el interés de los gobiernos occidentales, la ONU y la Iglesia Católica


Ruanda es uno de tantos países africanos que delinearon sus fronteras después de que se retiraran quienes los habían conquistado durante un siglo. Algo que no les trajo paz, ya que las luchas internas entre las diferentes etnias que los habitan continúan actualmente. Luchas que en muchos casos alcanzaron niveles de masacre, en medio de conflictos políticos precisamente por la ambición de esas etnias de alcanzar el poder, en el cual se fueron alternando. Conflictos a los que no han sido ajenos las grandes potencias occidentales, que como es habitual manejan esos conflictos y quienes los protagonizan a su antojo, cual piezas de un sangriento ajedrez, apoyando política y financieramente, además de la ayuda “logística” a través de armamento, a cada uno de los bandos en pugna.

Este pequeño país alberga a varias etnias, aunque las que predominan son la Hutu (85% aprox.) y la Tutsi (15% aprox.), siguiéndolas a mucha distancia la tribu Twa, que a su vez ha quedado más reducida aún luego de las masacres en las que, muy a pesar suyo ya que son muy pacíficos, se vieron envueltos. Y esas dos etnias predominantes son las que han protagonizado cruentos enfrentamientos a partir de la independencia, conflictos que alcanzaron su punto máximo en la masacre de 1994. Tan fuertes son los conflictos entre hutus y tutsis que, además de hablar su propia lengua africana (el bantú), terminaron adoptando el idioma francés los hutus y el inglés los tutsi. Ello debido al papel muy marcado que tuvieron los países occidentales en el conflicto.

Culturalmente, la separación en hutu/tutsi, se trata de una división artificial, basada más en la clase social que en la etnicidad, dado que no hay diferencias lingüísticas o culturales entre los hutu y los tutsi. Históricamente, sin embargo, había diferencias físicas, principalmente en la altura media. Los hutu y los tutsi comparten la misma religión y lenguaje. Algunos estudiosos señalan también el importante papel que tuvieron los colonizadores belgas en crear la idea de una separación entre “raza” hutu y “raza” tutsi.

Bélgica, el país que había colonizado Ruanda, optó desde el comienzo de su dominio por privilegiar a la minoría tutsi hasta convertirla en una élite. Por su parte, la Iglesia impartió entre los hutus la noción de su superioridad y los colocó en puestos clave de la administración colonial. A su vez, Francia había firmado con Ruanda un acuerdo de suministro de armamentos en 1975, y en nombre de la francofonía apoyó al régimen dictatorial de los hutu radicales, mientras sus oponentes tutsis, se habían convertido en anglófonos. Estados Unidos siempre estuvo del lado de los tutsi, y actualmente patrocina la actuación de Ruanda, junto con Burundi y Uganda, en la guerra de rapiña que tiene lugar, desde hace años, en la República Democrática del Congo, la ex Zaire. Con estos antecedentes, a los que se sumó el reparto de intereses entre las potencias occidentales, se llegó a lo que fue conocido como “la masacre de Ruanda”, un genocidio que se desarrolló en sólo cuatro meses, entre abril y julio de 1994.

El 6 de abril de 1994 un misil tierra-aire derribó el avión en el que viajaban los presidentes de Ruanda, Juvenal Habiarymana, y de Burundi, Cyprien Ntaryamira, cuando estaba por aterrizar en el aeropuerto de Kigali, la capital ruandesa, muriendo todos los que iban a bordo. Este atentado y el caos que le sucedió desencadenaron las matanzas.

El gobierno de Ruanda, en ese momento en manos de los hutus, llamó a todos los hutus a asesinar a los tutsis, sobre quienes recayeron las sospechas por el atentado. Ese llamado a la masacre encontró también rápido eco en los medios de comunicación en manos del gobierno, que incitaron a la población a matar a todos los tutsis. Para ello los civiles se armaron con mazas, azadas, garrotes, machetes y hachas, elementos que utilizaron a mansalva. Hay que destacar que éste fue el hecho desencadenante, pero la tensión entre las distintas etnias se remonta mucho tiempo atrás.

Antes de que se iniciara el genocidio, se prepararon listas de los tutsis y dirigentes de la oposición que habrían de ser asesinados. Cabe señalar que ya en 1992 el Parlamento belga tenía información de que se preparaba una “solución definitiva” del problema étnico, pero nadie hizo nada. La facción hutu en el poder ya se había propuesto aplicar una “solución final” al enfrentamiento étnico que consistiera en “terminar el trabajo”, es decir no dejar vivos ni a los niños, a diferencia de otras situaciones anteriores, azuzada además por estar opuesta a la implantación de un plan internacional de paz promovido por varios países africanos en los acuerdos de Arusha, Tanzania, que preveía que hutus y tutsis compartieran el poder político. Fue así que se movilizaron enormes masas de civiles, con una organización cuidadosa y un resultado eficaz, ya que lograron aniquilar los objetivos que se habían planteado, mientras los miles de tutsis que pudieron huir se refugiaron en los países vecinos.

Se estima en unos 800.000 la cifra aproximada de muertos en esa masacre -lo que equivaldría a un 11% de la población total de Ruanda—, entre los que se encontraban también hutus moderados que se oponían a la violencia, algunos de ellos incluso unidos con tutsis por matrimonios. A la vez, miles de mujeres que lograron sobrevivir quedaron infectadas con el virus del SIDA, al haber sido víctimas de violaciones.

Ese genocidio terminó cuando los tutsi que se encontraban en el exterior se agruparon en el Frente Patriótico Ruandés (FPR). En julio de 1994 lograron tomar la capital, Kigali, y con ella el poder. Allí tuvo desarrollo la otra parte de la masacre. El FPR comenzó a perseguir a los hutus, hubieran participado de la matanza anterior o no. Muchos huyeron con sus familias hacia el vecino Congo, entonces llamado Zaire. Recién llegados comenzaron a verse imágenes en los medios de prensa -que antes no se ocuparon de la tragedia vivida- mostrando las largas caravanas de refugiados, la desesperación en las calles de la ciudad zaireña de Goma, hasta donde fueron perseguidos por el FPR con la complicidad del gobierno de Uganda y donde se estima que mataron a unos 200.000 hutus más.

Es así como no se puede achacar esta masacre de Ruanda exclusivamente a una parte u otra. Pero esos conflictos continúan hoy en día, en ocasiones a nivel de escaramuzas o “crímenes no resueltos”.

Los Twa, por encontrarse en medio de esa guerra entre hutus y tutsis, también resultaron víctimas de las matanzas, muriendo un 30% de ellos, y su ya escaso número quedó reducido a alrededor de 11.000, equivalente a sólo el 0,3% de la población total de Ruanda. Etnia sumamente pacífica, esa masacre, a la que se sumaron la pobreza extrema y las enfermedades, hicieron mella también en su habitual carácter alegre, que los hacía cantar y bailar con frecuencia.

El hombre fuerte
Paul Kagame, de 49 años de edad y perteneciente a la etnia tutsi, es el actual presidente de Ruanda. En octubre de 1990, mientras Kagame participaba en un programa de entrenamiento militar en Fort Leavenworth, Kansas (EEUU), el FPR invadió Ruanda. Kagame se convirtió en el comandante del FPR. Pese a algunos éxitos iniciales, una fuerza compuesta por militares belgas y franceses, hutus y soldados de Zaire forzaron la retirada del FPR. A fines de 1991 repitieron la invasión, nuevamente con éxito limitado. De todas maneras esas invasiones incrementaron la tensión étnica en la región. Comenzaron a llevarse a cabo entonces largas conversaciones de paz entre el FPR y el gobierno de Ruanda, que concluyeron con los acuerdos de Arusha, que incluían la participación política del FPR en Ruanda y la elaboración de una nueva Constitución para el país. Pero a pesar de esos acuerdos, las tensiones no se disolvieron. Fue así como se llegó al día del atentado contra el avión en el que regresaba a Ruanda su presidente, Juvenal Habyarimana, junto a su par de Burundi, el 6 de abril de 1994. Fue el día, también, en que se arrojó la primera piedra para que comenzara, desde el día posterior y extendiéndose durante 100 días, la “masacre de Ruanda”.

Varias fuentes, entre ellas miembros del propio FPR, la fuerza guerrillera liderada por Paul Kagame, señalan a éste como participante directo en aquel atentado, sabiendo lo que vendría a continuación. Incluso algunos observadores indican que “a Kagame no le importó sacrificar a sus compañeros tutsi con tal de quitar el poder a los hutus; sabía muy bien que al eliminar al presidente Habyarimana se iba a producir un caos en el país y se pondría punto final al proceso democrático”. Para conseguir sus objetivos, Kagame contaba con el apoyo prácticamente explícito de Uganda y de Estados Unidos, países que a su vez utilizaron a los ruandeses tutsi para derrocar al presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko, colocando en su lugar a Laurent Kabila, ayudando a los rebeldes congoleños que llevaron a Zaire a ser rebautizado, en 1997, como República Democrática del Congo.

Sin embargo, los intereses de Estados Unidos en la región no eran solamente políticos. A partir de esos años, y continuando luego de la llegada de Kagame al poder con la complicidad aliada de Ruanda, Burundi y Uganda, en la ex Zaire comenzó a desarrollarse una guerra que aún hoy continúa, y que según algunas estimaciones lleva contabilizados alrededor de 2 millones de muertos. Esa guerra se produce por los recursos mineros del país como oro y diamantes, pero fundamentalmente por minerales raros como el niobio y el coltán, muy útiles para la industria aeroespacial y satelital norteamericana, además de otras aplicaciones como la telefonía celular. Despojo al que no es ajeno, dicho sea de paso, la multinacional Bayer, que participa junto a otras en las explotaciones.



Paul Kagame se instaló en el gobierno de Ruanda en julio de 1994, al terminar el genocidio de 100 días, accediendo en marzo de 2000 a la presidencia, en la que continúa hasta hoy. El 25 de agosto de 2003 ganó por abrumadora mayoría las primeras elecciones nacionales efectuadas desde que el FPR llegó al poder, en medio de informes de observadores de la Unión Europea referidos a irregularidades en los comicios y acoso a los partidos de la oposición.

Firme y obediente aliado de Estados Unidos, Paul Kagame ha sido a la vez muy crítico con el papel desempeñado por las Naciones Unidas durante el genocidio de 1994. Además, las críticas que dirigió a Francia por su actuación en el mismo, al no tomar medidas preventivas -recordemos que los franceses apoyaban y sostenían militarmente a los hutus-, ocasionó en marzo de 2004 una crisis diplomática entre ambos países.

El triste papel de Occidente y la ONU
En 1994 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tenía destacadas en Ruanda fuerzas de paz, en los momentos y lugares en que se estaban cometiendo actos de genocidio.
La misión era más pequeña en número de lo que se había recomendado inicialmente, no se había preparado convenientemente y carecía de tropas debidamente adiestradas y de pertrechos adecuados. Con este panorama, las fuerzas de la MINUAR optaron por la pasividad cuando se inició el genocidio: no incautaron las armas que se distribuían a los milicianos, pese a tener la autoridad para ello, y en el momento en que se iniciaron las matanzas evacuaron el terreno y dejaron desprotegidas a las víctimas. Hubo algunos actos heroicos protagonizados por soldados de esas fuerzas de paz por elección propia, quienes perdieron la vida tratando de defender a los perseguidos.

Pese a todas las evidencias, la ONU, presionada por varios gobiernos occidentales, no calificó esas matanzas como “genocidio” hasta el 25 de mayo, cuando buena parte de la masacre ya se había consumado, y en lugar de enviar refuerzos a las tropas de paz optó por retirarlas de Ruanda, decisión adoptada por los estados miembros del Consejo de Seguridad. Así, las víctimas de la masacre quedaron en el más absoluto desamparo, y sus perseguidores con las manos totalmente libres para cometer con ellos lo que quisieran. Concretamente, el Consejo de Seguridad decidió reducir el número de soldados de MINUAR de 2.700 a 270, lo que ocurrió tras el asesinato de diez soldados belgas y del primer ministro de Ruanda, al que esos soldados protegían.
Cuando salieron a la luz las reales proporciones de la masacre el Consejo de Seguridad, a mediados de mayo de 1994, decidió autorizar el envío de 5.500 soldados de la ONU, pero entre la lentitud de los trámites y la preparación del traslado fueron pocos los que llegaron antes de que terminara la matanza, lo que se produjo cuando en julio asumió el control del país el Frente Patriótico Rwandés (FPR), liderado por Paul Kagame y dominado por los tutsi.

En el conflicto de Ruanda, la ONU demostró una vez más -como lo había hecho en la guerra contra Yugoslavia, o posteriormente en las regiones resultantes de la partición yugoslava, en el conflicto de Kosovo, y el lanzamiento de Estados Unidos de su guerra contra Irak- que su actuación ha sido vergonzosa. No hace sino dar la imagen de un organismo débil, inoperante, con el que las grandes potencias -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, instaladas como miembros permanentes e inamovibles en el Consejo de Seguridad- hacen de ella lo que les place y manejan también a su placer y conveniencia los hilos de la convivencia internacional.
El 15 de septiembre de 1999, una investigación independiente encargada por el Secretario General de la ONU, determinó varias de las fallas de las medidas adoptadas por las Naciones Unidas durante el genocidio de Ruanda. Las causas del total fracaso de la acción de las Naciones Unidas antes y durante el genocidio de Ruanda se resumían en el informe como “la falta de recursos y la falta de voluntad para asumir la responsabilidad de impedir o detener el genocidio”.

De los países occidentales que tomaron partido en el conflicto ruandés ya hemos citado algunos aspectos. Pero lo de Francia está alcanzando aspectos de verdadero escándalo incluso al día de hoy, ya que el fiscal del Tribunal Militar de París ha abierto una instrucción previa por “complicidad en genocidio y/o complicidad en crímenes contra la humanidad”, como consecuencia de la denuncia presentada por seis ruandeses a los que el juez actuante escuchó hace poco en Kigali, quienes acusan a los soldados franceses de haber ayudado a los genocidas durante la llamada “Operación Turquesa”, en 1994. Se ha abierto incluso una etapa judicial suplementaria en la instrucción que tiene como objetivo al ejército francés por su accionar en Ruanda al momento del genocidio de 1994. El fiscal militar de París anunció la apertura de una información judicial que apunta a soldados franceses no identificados hasta el momento.

La información judicial abierta solo afecta por ahora a dos de las seis denuncias presentadas. La primera aseguró a la juez de instrucción que “los milicianos hutus entraban en nuestro campamento y designaban a tutsis que los militares franceses obligaban a salir del campamento”, continuando: “Vi a los milicianos matando a los tutsis que habían salido del campamento. Digo, y es la verdad, que he visto a militares franceses matar a tutsis utilizando cuchillos brillantes de grandes dimensiones”, refiriéndose probablemente a bayonetas. Por su parte, Gisanura testimonió sobre la situación en el poblado de Biserero: “Los milicianos nos asaltaban y perseguían, y afirmo que los militares franceses asistían al espectáculo desde sus vehículos, sin hacer nada. Se trataba de franceses, porque hablaban francés, eran blancos y tenían la bandera francesa en la manga”.

Es muy posible que esta cuestión, como todas las que involucran a militares e incluso a una potencia como Francia, sea tapada o inicialmente pase por un proceso de demoras en su tratamiento hasta que sea convenientemente diluida hasta ser olvidada. ¿Cómo va a atreverse un pequeño país de negros africanos a enfrentarse con la civilizada Francia?



El triste papel de la Iglesia
Hay testimonios que acusan a sectores de la Iglesia católica de complicidad, pasiva o activa, en el genocidio de 1994. Según un informe de la ONU de noviembre de 2009, las milicias hutus del Frente Democrático de Liberación de Ruanda (FDLR) "habrían recibido regularmente apoyo político, logístico y financiero de gente vinculada a fundaciones católicas”, como por ejemplo “El Olivar” e “Inshuti"; y también fondos provenientes, por ejemplo, "directamente del Gobierno de las islas Baleares".

Desde la colonización y evangelización del país (poblado por un 80% de hutus y un 10% de tutsis), hacia el año 1900, la Iglesia jugó un papel no sólo religioso sino político. En su trabajo, los misioneros católicos se toparon con la resistencia de los tutsis y gozaron, en cambio, de una gran benevolencia hutu. Si bien no se puede acusar a la Iglesia de haber creado las diferencias entre las etnias hutu y tutsi, han contribuido a arraigar y justificar la división de dos grupos que jamás se habían enfrentado a lo largo de siglos sino en trifulcas de intereses entre agricultores tutsis y pastores hutus. Etnólogos y misioneros pensaron haber hallado en África un terreno en el que aplicar las teorías raciales propias del siglo XIX.

En 1931, la Iglesia obtuvo la destitución del rey tutsi Muyinga, contrario a la cristianización de su pueblo. Numerosos clérigos y miembros de la jerarquía se implicaron en la propagación de "esquemas racistas", por ejemplo en la obra del Padre Albert Pagés o del obispo León Classe. Después del Padre Lopias, el abate Alexis Kagamé propagó esquemas racistas en la lengua local. En 1933, los "padres blancos" fundaron el periódico católico "Kinyameteka", que más tarde propagaría la ideología "Parmehutu", en donde el tutsi es un "no cristiano", "anti-blanco", "mentiroso", "inteligente y artero"; mientras que el hutu es "trabajador, "indígena dócil", "amigo del blanco".

Con el monopolio absoluto de la enseñanza , la Iglesia multiplicó la formación de abates y seminaristas hutus, con el fin de realizar en Ruanda un "reino de Cristo" y en 1946 el rey Mutara III, escogido por la Iglesia, consagró oficialmente el país a "Cristo Rey". La conversión al catolicismo se volvió la puerta obligada para acceder a cualquier empleo colonial.

Pero el viento de independencia que soplaba en los años cincuenta reforzó el nacionalismo "comunista" y "ateo" de los tutsis. En 1957, los hutus cercanos a la vicaría ruandesa redactaron un manifiesto según el cual los tutsis son intrusos llegados del Nilo, a donde han de regresar. "El Sermón sobre la Caridad" de 1957 de monseñor Perraudin y su carta pastoral racista de cuaresma del 11 de febrero indujeron directamente la "matanza de Todos los Santos" de 1959, durante la cual paisanos armados con machetes quemaron las haciendas de los tutsis, dejando decenas de miles de muertos y no menos refugiados. Cuando en 1963 los refugiados tutsis intentaron volver a Ruanda, ahora república independiente, decenas de miles fueron asesinados en la "Navidad roja".

A partir de la independencia, el domino de la Iglesia se acentuó, en particular el de su ala derecha, el Renouveau Charismatique y el " departamento secreto" del Opus Dei. En 1973 se puede hablar del régimen hutu del presidente Habyarimana como de una dictadura católica en un país casi totalmente católico.

En las actas de 16 de mayo de 1997 de la comisión parlamentaria belga, numerosos testimonios acusan directamente a la Iglesia católica y sus ramificaciones. Sacerdotes, obispos, arzobispos, abates, curas, misioneros y miembros de Opus fueron oficialmente acusados de complicidad, pasiva o activa, en el genocidio de 1994. Según el investigador belga Pierre Galant, 816 machetes fueron comprados y distribuidos por Caritas-Ruanda en 1993. El padre blanco Johan Pristil, partidario ferviente del "hutu-power", participó en la creación de la Radio Mil colinas, tradujo Mein Kampf (el libro escrito por Adolf Hitler) al kinyaruanda y vio a los tutsis como a los "judíos de África". Se hallaron 30.000 cadáveres en su parroquia en Nymba. La radio Mil colinas-o la radio de la muerte-predicó la matanza día tras día.

El cura Athanase Seromba (acogido en Florencia, Italia) fue condenado a 15 años de prisión por genocidio y crímenes contra la humanidad por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Según el tribunal, el cura ordenó derribar la parroquia de Nyange, donde se refugiaban más de 2000 personas, la mayoría de la comunidad tutsi.

El tribunal Criminal de Ruanda con base en Arusha, levantó cargos por genocidio en contra del cura católico Emmanuel Rukundo. Se considera probado que “aprovechó su autoridad e influencia para promover el secuestro y asesinato de los refugiados”, y que “tenía la intención de destruir al grupo étnico tutsi”.

Las hermanas monjas Mukangango y Mikabutera fueron condenadas a 12 y 15 años por los tribunales de Bélgica (el país a donde escaparon) por haber entregado a los tutsis refugiados en sus conventos. La primera también fue condenada por comprar el combustible usado por los genocidas.

Elizaphan Ntakirutimana fue condenado a 10 años de prisión por hechos similares.
El padre belga Guy Theunis está acusado de 10 cargos de genocidio. Era responsable de la revista “Diálogo” en la cual se publicaron artículos incitando a cometer matanzas contra los Tutsis. El cura dijo que seguía órdenes de sus superiores cuando firmó los documentos y que las decisiones eran tomadas por el jefe de la congregación, el también belga Jef Vleugles. El fiscal Emmanuel Rukangira dijo que Theunis incitó al genocidio al publicar en su revista Dialogo artículos que originalmente fueron publicados en la revista extremista Kangura. El ex editor de la misma, Hassan Ngeze, ya fue sentenciado a cadena perpetua por la corte de Naciones Unidas por el genocidio ruandés.

Genocidas notorios se esconden y son protegidos en conventos, monasterios y parroquias.
En Francia, el abate Munyeshyaka y otros están protegidos por las autoridades civiles y políticas de las acusaciones por implicación en las matanzas. Muchos sacerdotes genocidas ruandeses lograron huir a Europa y Canadá.

Aunque se demuestra que hay una gran implicación directa de la Iglesia o miembros de la Iglesia en el genocidio, quizás sea totalmente generalizada la implicación indirecta de la misma: "Podíamos haber hecho mucho más para evitarlo. No usamos nuestra influencia para detener las matanzas", confiesan varios de los religiosos, nunca sus obispos.



El futuro de Ruanda
Las perspectivas para Ruanda no resultan muy esperanzadoras: el poder se encuentra en manos de un círculo cada vez más reducido de tutsis en torno al “hombre fuerte”, Paul Kagame; los hutus mantiene sus iniciativas armadas; el gobierno ruandés participa además activamente en la guerra del Congo; la represión gubernamental se mantiene muy intensa; la situación económica es muy grave: el 70% de la población vive bajo el límite de pobreza; la aplicación de la justicia es lenta, ineficaz y desigual, con 120.000 detenidos a los que no se les ha abierto proceso, de los cuales muchos mueren por las condiciones en que se encuentran, en tanto suele ocurrir que un detenido liberado es asesinado; el hecho de que el genocidio diezmara a los intelectuales del país agrega dificultades para su recuperación; y no existe ninguna iniciativa oficial en favor de la reconciliación.

Sin embargo, han ido apareciendo algunas señales positivas: además de que se van reconstruyendo viviendas, comienzan a proliferar las asociaciones de ciudadanos comunes y corrientes, como las de mujeres generalmente solas y con terribles experiencias a cuestas; las de defensa del medio ambiente; las cooperativas de crédito; etc. Pero la más influyente es la asociación que nuclea a las víctimas, denominada “Ibuka” (Recuérdalo), que trabaja contra el olvido y la negación y mantiene algunos lugares destruidos como recordatorios.

La masacre de Ruanda, otra de las guerras olvidadas en las que se han perdido centenares de miles de vidas humanas, por lo general de la población a la que nada le preocupa el juego político de quienes la gobiernan y sólo pretenden vivir en paz con sus cultivos, su ganado o su alfarería. Víctimas de un sangriento juego de ajedrez que disputan, utilizándolas como peones, las grandes potencias mundiales y cuyo premio al ganador puede ser un ambicionado mineral, los recursos petrolíferos o todo a la vez.

martes, 13 de julio de 2010

Mundial de fútbol 2010: Sudáfrica: 6.000 millones de euros de gastos en el país más desigual del mundo



El Mundial de Fútbol 2010 de la FIFA debe ser expuesto como la completa farsa que es. El ZACF condena duramente el atrevimiento y la hipocresía del gobierno al presentar el evento como una oportunidad "única en la vida" para el desarrollo de aquellos que viven en Sudáfrica (y el resto del continente). Lo deslumbrantemente claro es que la "oportunidad" es y sigue siendo de la frenética sed del capital mundial y nacional y la élite gobernante sudafricana. De hecho, por decir lo menos, el evento probablemente tendrá más consecuencias devastadoras para los pobres y la clase obrera sudafricana, un proceso que ya está en funcionamiento.

En la preparación para recibir el Mundial el gobierno ha gastado cerca de R800 billones -6000 millones de euros- (R757 billones en desarrollo de infraestructura y R30 billones en estadios que nunca más serán llenados), una gigantesca bofetada en el rostro de aquellos que viven en un país caracterizado por su pobreza desesperada y por una tasa de desempleo que bordea el 40%. En los últimos cinco años los trabajadores pobres han expresado su indignación y desacuerdo respecto al fracaso del intento del gobierno de reparar la enorme desigualdad social en alrededor de 8.000 protestas por servicios básicos y vivienda en todo el país. Esta pauta de gastos es una evidencia más del mantenimiento del fallido modelo capitalista neoliberal y su economía "del goteo", que no ha hecho más que profundizar la desigualdad y la pobreza a nivel global. A pesar de haberlo negado antes, el gobierno ha admitido recientemente esto dando un giro, y ahora finge que el proyecto "jamás tuvo la intención" de generar ganancias.

Sudáfrica necesita desesperadamente infraestructura pública de gran escala, especialmente en el sector del transporte público, que en algunas ciudades - como Johannesburgo - está casi completamente ausente. El Gautrian [tren de alta velocidad], que fue lanzado el Martes 8 de Junio (justo a tiempo para el gran evento) es probablemente la mayor ironía: en un país en el que la gran mayoría cuenta con inseguros mini-buses taxis privados para recorrer grandes distancias diariamente, el Gautrain ofrece alta velocidad, lujoso transporte para los turistas y aquellos que viajan entre Johannesburgo y Pretoria... al menos para los que pueden pagarlo, tomando en cuenta que un simple viaje entre el del aeropuerto a Sandton cuesta la gran suma de R100. La misma imagen se muestra por todos lados: la Compañía de Aeropuertos de Sudáfrica (ACSA) ha gastado cerca de R16 billones en mejorar los aeropuertos, la privada Agencia Nacional de Carreteras Ltda. (SANRAL) ha gastado casi R23 billones en una nueva red de carreteras con peaje, que significará estrictas medidas de recuperación de costos para devolver los billones invertidos, y la mayoría de lo cual será solo un ínfimo beneficio para el pueblo pobre sudafricano. A lo largo de todo el país las municipalidades han emprendido planes de regeneración urbana... acompañados de planes de aburguesamiento, tal como los intentos del gobierno de empapelar rápidamente la dura realidad sudafricana.

Alrededor de 15.000 personas sin techo y niños de la calle han sido acorralados y botados en refugios en Johannesburgo; en Ciudad del Cabo la municipalidad ha desalojado a miles de personas de áreas pobres y campamentos ilegales como parte del proyecto de "embellecimiento" de la Copa Mundial. Ciudad del Cabo (sin éxito) intentó desalojar a 10.000 residentes de Joe Slovo [uno de los asentamientos ilegales más grandes de Sudáfrica] de sus hogares para esconderlos de los turistas que viajaban por la autopista N2, y en otros lugares se han eliminado para hacer espacio a estadios, estacionamientos para los fanáticos o estaciones de tren [2]. En Soweto, las calles han sido embellecidas a lo largo de las principales rutas de turistas y de la FIFA, en tanto las escuelas adyacentes lucen ventanas rotas y construcciones que prácticamente se vienen abajo.

Si bien muchos sudafricanos se mantienen sin convencer, otros son inundados y arrastrados por el diluvio de propaganda nacionalista que apunta a desviar la atención del circo que es el Mundial. Cada Viernes ha sido considero "Viernes de fútbol", día en el que se alienta a la "nación" (y se fuerza a los chicos de la escuela) a lucir remeras de Bafana-Bafana [la selección nacional africana]. Los autos son equipados con banderas, la gente aprende a bailar el "Diski-dance" que es bailado en cada restorán turístico, y se compran muñecos de la mascota Zakumi. Todo escéptico a este show es denigrado como antipatriótico: el principal ejemplo aparece cuando la huelga del Sindicato Sudafricano de Trabajadores del Transporte y Aliados (SATAWU) se deja de lado "por interés nacional" [3]. En un contexto en el que cerca de un millón de trabajados han sido perdidos en el curso del año pasado, las celebraciones del gobierno de que la copa mundial ha creado cerca de 400.00 puestos son vacías e insultantes. Los trabajos que han sido creados a la carrera son en su mayoría casuales o con "Contratos a plazo fijo", tomados por los trabajadores que no están sindicalizados y que son pagados muy por debajo del salario mínimo.

Aparte de la represión de los sindicatos, los movimientos sociales han recibido una hostilidad similar de parte del Estado, que ha puesto extraoficialmente una prohibición absoluta a toda protesta durante el curso del evento. De hecho, hay cierta evidencia de que esto se ha llevado a cabo ya desde el primero de Marzo. De acuerdo a Jane Duncan [del Instituto de Libertad de Expresión]:

Un impactante informe realizado a fines de la semana pasada acerca de las otras municipalidades que son sede de partidos del Mundial ha revelado que una prohibición total a concentraciones está en funcionamiento. En palabras de la municipalidad de Rustenberg, "los encuentros están cerrados por el Mundial". La municipalidad de Mbombela recibió un informe de parte del SAPS [servicio policial sudafricano] de que no iban a permitir concentraciones durante la Copa Mundial. El Concejo Municipal de Ciudad del Cabo ha declarado que continúa aceptando solicitudes de marchas, pero señaló que "sería un problema" durante el periodo del Mundial. De acuerdo a las municipalidades de Bahía Nelson Mandela y Ethekwini, la policía no permitirá concentraciones a lo largo del periodo del Mundial [4].

Aunque es claro que la constitución, a menudo aclamada por su "progresismo", está lejos de ser garante de la libertad y la igualdad que el gobierno dice que es, esta nueva forma de represión está claramente en contradicción con el derecho constitucional de las libertades de expresión y reunión. Sin embargo, los movimientos sociales en Johannesburgo, incluyendo al Foro Anti-Privatización y muchos otros, no se han dado fácilmente por vencidos, habiendo hecho gestiones para conseguir autorización para una marcha de protesta el día de apertura con la ayuda del Instituto de Libertad de Expresión. No obstante, la marcha está siendo forzada a ser contenida a tres kilómetros del estadio, en donde no atraerá el tipo de atención mediática que al gobierno preocupa.

No ha sido solo el Estado el que ha sido severo en términos represivos con los pobres y con cualquier actividad o manifestación en contra del Mundial en el marco de pintar a Sudáfrica como un anfitrión abierto de brazos que invita a acudir en masa a sus hoteles de alta categoría, posadas y cocteles, sino que lo hace bajo la orientación de aquel imperio legal de Sepp Blatter y sus amigos llamado FIFA. No solo esperan beneficiarse de una ganancia inesperada de cerca de 1.2 billones de euros, sino que han ganado ya alrededor de un millón de euros solo con los derechos de los medios de comunicación. Los estadios, y las áreas que los rodean, que han sido transferidos a la FIFA por la duración del torneo (literalmente "libres de impuestos", creando áreas controladas y monitoreadas por la FIFA exentas de los impuestos normales y otras leyes estatales), y todas las rutas hacia y desde los estadios han sido limpiadas por la fuerza de todo aquel que venda productos no autorizados de la FIFA y de aquellos que sobreviven en campamentos ilegales a lo largo de las rutas del aeropuerto. Lo mismo ocurrió con las personas que contaban con las ventas del Mundial para aumentar sus ingresos para sobrevivir, que son abandonados al "goteo" de la economía.

La FIFA, como dueña exclusiva de la marca de la Copa Mundial y sus productos derivados, tiene además un equipo de aproximadamente 100 abogados revisando el país por cualquier venta no autorizada de esos productos o comercialización de la marca. Dichos productos son confiscados y los vendedores son arrestados a pesar del hecho de que la mayoría de las personas en Sudáfrica y del continente compran sus productos del sector del comercio ilegal, en tanto pocos tienen R400 para gastar en camisetas de equipos y otros. También ha amordazado efectivamente a periodistas con una cláusula acreditada que previene que las organizaciones de medios de comunicación desacrediten a la FIFA, comprometiendo de forma clara la libertad de prensa [5].

La mayor ironía es que el fútbol fue alguna vez verdaderamente el juego de la clase trabajadora. Ver partidos en vivo en estadios era barato y fácilmente accesible para las personas que optaban por usar 90 minutos de su vida en olvidar la pesadez diaria en la que vivían bajo la bota del patrón y del Estado. Hoy, el fútbol profesional y la Copa Mundial da ganancias exorbitantes a un pequeño grupo de la élite global y nacional (con billones innecesariamente gastados y en tiempos de una crisis global del capitalismo) que cobran a los clientes miles de rands, libras, euros, etc. temporada a temporada para ver con molestia a futbolistas que cobran excesivos sueldos caer y rodar ante el menor empujón, y que discuten, a través de agentes parasitarios, acerca de si merecen o no sus enormes sueldos. Un juego que en muchos aspectos mantiene su belleza estética, que ha perdido su alma de clase obrera y ha sido reducido a otra mercancía a explotar.

Bakunin dijo una vez que "la gente va a la iglesia por las mismas razones por las que va a la taberna: para perder la conciencia, para olvidar su miseria, para imaginarse, aunque sea por unos minutos, libres y felices". Quizá, entre las enceguecedoras banderas nacionalistas flameando y el sonido de las vuvuzelas [cornetas], podemos sumar el deporte a su ecuación y agregar que puede parecer más fácil olvidar que tomar parte activa en el combate contra la injusticia y la desigualdad. Hay muchos que lo hacen, sin embargo, y los pobres y la clase obrera son menos maleables a la ilusión de lo que al gobierno le gustaría creer. Desde los acampes temporarios a la puerta de los estadios, hasta las protestas y manifestaciones masivas, pasando por las acciones huelguistas en el campo, autorizadas o no, a pesar de las burlas y los abucheos y las categorías de "anti-patriótico" o las prohibiciones a la libertad de expresión, haremos oír nuestras voces desafiantemente para exponer las terribles desigualdades que caracterizan a nuestra sociedad y a los juegos globales llevados a cabo a expensa de las vidas de aquellos sobre los que se han construido los imperios y que serán, tarde o temprano, destruidos.

Esta declaración fue publicada por el Zabalaza Anarchist Communist Front [Frente Anarco Comunista Zalabaza]

Extraído de: http://www.ainfos.ca/ca/ainfos10965.html